Extremadura

Los Oliart, eran a mitad del siglo pasado una familia de la burguesía catalana, bien acomodada, cuyos abuelos paternos provenían de la Bretaña francesa,  y llegaron a Extremadura hacia 1860 como trashumantes, con negocios relacionados con la ganadería de ovino y la lana. Se convirtieron en grandes terratenientes con fincas y edificios en Mérida.


El pintor Xavier Blanch conoce en 1940 en Barcelona  a Pilar Oliart, hermana de Alberto Oliart, el que posteriormente se convertiría en ministro con Adolfo Suárez. Durante su noviazgo realizan varios viajes a Extremadura para pintar.  El primero de estos viajes  tiene como motivo que Blanch conozca a los abuelos de la que será su esposa.  Se trasladan a Mérida donde la familia paterna de Pilar cuenta con una casa palaciega en la plaza de España, junto al Ayuntamiento, que ahora es parte del mismo. Nada más llegar, Xavier causa sensación entre toda la familia por su carácter amable y abierto, y consigue que le cedan toda la última planta del edificio (casa Oliart)  para montar allí su improvisado estudio, en el que comienza a retratar a niñas y a jóvenes de la localidad. En este emplazamiento, la luz era maravillosa y el espacio inmenso.


Blanch toma contacto con la realidad más dura de la España de posguerra en Extremadura. Una región donde el desequilibrio entre pobres y potentados es evidente, y el revanchismo político ha dejado hondas heridas, así como una miseria que se le antoja insuperable. Una España muy distinta de la Barcelona en la que él ha estudiado.

Lo que en principio era una visita de presentación se convierte en una larga estancia de varios meses en la que influyen diversas circunstancias. Entre ellas un accidente que sufre montando a caballo en la finca “San Rafael”, de la familia Oliart.        Durante su convalecencia, comienza a recibir la visita de espontáneos e improvisados modelos a los que retrata en su pobreza. Hijos e hijas del personal de la finca, campesinas humildes. Niñas que comían en la casa y posaban durante horas para él. 


Su fijación en estos motivos no se fundamenta en un ascetismo más o menos literario, ni surge  de un afán por mortificar al espectador al estilo del “miseralismo”  que por aquellos tiempos estaba de moda en determinadas zonas de la pintura), sino porque encontraba en ellas unas características plásticas y de expresión que se amoldaban exactamente a su sensibilidad de pintor. 


En marzo de 1943 expone en la Sala Reig de Barcelona sus obras ejecutadas en Extremadura. Una exposición que consta de veintidós obras, entre las que destacan varias vistas del teatro romano de Mérida, así como un par de retratos de chicas extremeñas que causan una gran aceptación por su expresividad y lo duro de lo que representan. Calan tanto en parte de la crítica como en la clientela.


En 1944 y 1945 presenta sendas exposiciones en la Sala Argos de Barcelona. Bodegones, un desnudo y varios retratos realizados también en Extremadura sobre gitanos, niñas pobres y un torero.


Blanch contrae matrimonio con Pilar Oliart el 21 de Abril de 1947 en Barcelona y en  el viaje  de novios regresan a Mérida y pasan unas semanas en la casa de los Oliart. A partir de este momento y durante más de una década,  las visitas a Mérida son frecuentes, prolongadas,  y artísticamente muy productivas.


El pintor que posteriormente asombraría en las salas más importantes de Madrid, Barcelona o Roma, se va cuajando como creador en la riqueza humana y estética extremeña,  dedicado con método y constancia a la producción de su obra.



La austeridad de los bodegones de esta época, son el fiel reflejo de su capacidad técnica, y la expresividad de sus gitanas demuestra una sensibilidad que necesariamente ha de ser  innata en un genio.


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