París

En 1960 el artista decide  trasladarse a probar fortuna a Francia.

Blanch tiene recomendaciones en París y una buena relación con el pintor catalán afincado allí, Emili Grau Sala.

Ese mismo año recibe una beca de la Fundación Juan March, que le facilita económicamente la salida hacia el extranjero.

Con Grau Sala se reúne en varias ocasiones durante su estancia en París. Quedan a tomar café casi a diario, y mantienen largas charlas sobre lo divino y lo humano de la pintura.

En aquella época Grau Sala se defiende fantásticamente en París, pero dos años después, al fallecer su esposa, venderá su casa para regresar a Barcelona. 


París decepciona a Blanch, que no se siente identificado ni a gusto. Intenta exponer a través de los contactos en la galería “Francois Premier” , en la plaza del mismo nombre, pero su pintura es rechazada porque  su obra evidencia que nace de un país mentalmente torturado, que la suya era en ese momento una pintura triste. En la galería le animan a seguir pintando y regresar con una pintura  más alegre.


Es durante su estancia en Francia cuando Xavier conoce a Pablo Ruiz Picasso. El encuentro no es casual, ya que el catalán sentía pasión por la pintura del malagueño, y se sirve de una curiosa amistad conseguida en Madrid para ser presentado al genio universal. Es  Luis Miguel Dominguín quien le presenta a Picasso en Vallauris, en la Costa Azul. El torero se ha trasladado hasta esta localidad ya que al día siguiente va a torear en una de las plazas del pueblo, en una corrida organizada como homenaje al pintor en su ochenta aniversario. Blanch queda muy impresionado por Picasso.

A partir de este momento viaja en varias ocasiones a visitarlo en su residencia de Mouguins, tanto en 1962 como en los años siguientes en que ya el catalán se encontraba afincado en Roma, así como en los viajes a Barcelona desde éste. 

En sus visitas a la residencia de Picasso en la Costa Azul es acompañado por Ninona (segunda relación estable)  y en ocasiones por su hija Elena.  En esta relación juega un importante papel Ninona, ya que la barcelonesa es sobrina nieta del pintor catalán Santiago Rusiñol, que fue precisamente quien facilitó económicamente a Picasso su primer viaje a París en 1900. Un gesto que el genio reconocerá sesenta años después a Ninona.

Blanch abandona París rumbo a Roma un año después de su llegada.

 

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